Mirar a las alturas me nubla la vista
Esta es una modelo consciente
Diferencia de tamaños
La corteza de la secuoya es oscura, esponjosa y muy agrietada
Su madera, de buena calidad, se ha utilizado sobre todo para la construcción y en las traviesas de los ferrocarriles
Una vista al cielo
Este bosque, destinado en principio a la obtención de madera, fue declarado Monumento Natural en 2003.
Se ha salvado de la sierra mecánica pero no de la avalancha turística ¡El sino de los tiempos postpandémicos!
Sorprendentemente, a pesar de la multitud de coches en el aparcamiento, en el bosque, durante todo el rato que hemos estado, el silencio ha sido el rey. La reina, la secuoya.
Tras la visita a este singular bosque, nos vamos a Cabezón de la Sal a comprar algunas provisiones -sobre todo fruta- para los días venideros. Al bajar del coche, en los aparcamientos exteriores de un Mercadona novísimo en las afueras del pueblo, una peste horrorosa lo inunda todo. Menos mal que dentro apenas huele, pero al salir el hedor es insoportable y tenemos que taparnos nariz y boca con lo primero que tenemos a mano. Tere se ha echado colonia en el super y ni aún así hay quien lo soporte. Y lo extraño es que parece que el resto de personas que por allí pululan ni huelen.
(Fuimos al mismo lugar varios días más tarde y el olor había desaparecido. Pensamos que fue debido a que habían estercolado ese mismo día un campo de cultivo que rodeaba el Mercadona por un lateral y en el que picoteaban garcillas y gaviotas).
Martes, 8 de julio
Tras los baños y ya en la habitación, siento un picor en las piernas y ¡oh! ¡Sorpresa! ¡Una garrapata! ¡Y otra! ¡Y otra! Por lo menos diez andan ya enganchadas a mi piel. Pinzas en mano, nervioso, procedo a quitármelas. Son pequeñas; no llevan mucho tiempo. Logro sacarlas con éxito, todas menos una, que se parte y queda la cabeza incrustada.
Al subir del desayuno, en la recepción, pido una aguja, alcohol y betadine para intentar sacar ese resto que ha quedado. Me hago una sangría pero logro dejar la herida limpia. En esto, me veo otras. Le digo a Tere que me mire bien por todos lados y aparecen más. En total, veintitantas. Con paciencia y ayuda, logramos, al parecer, quitarlas todas.
Miro bien a Tere. Depilada, solo una tiene en el tobillo y apenas está enganchada. Con facilidad se la quito.
Después de tan ardua tarea matutina, hacemos las mochilas y ponemos rumbo a los Collados del Asón, a hacer las rutas que se nos quedaron en el despiste del sábado. Parece que el tiempo será bueno, aunque el cielo se muestra algo nublado a estas horas.
9. Nacimiento del Asón
Un par de kilómetros antes de alcanzar el Collado del Asón, en una recta anterior a las enormes curvas que ascienden al puerto, hay un aparcamiento. Allí dejamos el coche. Desde aquí ya se ve la cascada donde nace el Asón al otro lado del valle, en unos tajos calizos rodeados de verdor.
Bajamos por la carretera apenas doscientos metros, y a la izquierda sale un carrilillo. Por él cogemos.
El valle de un Asón recién nacido
Primero un túnel de avellanos
a los que se le van uniendo otros árboles y arbustos, principalmente espinos majoletos
Y por el camino, aprovechando la humedad de la mañana y de las lluvias del día anterior, una babosa grande, negra y lustrosa - Arion ater - o babosa española, como se la conoce en otros lugares de Europa ya que, originaria de la Península Ibérica, ha terminado desembarcando en buena parte del continente europeo, convirtiéndose en una auténtica plaga que arrasa huertos y cultivos.
Un recién nacido río Asón; su vejez y muerte la vimos ayer en la Bahía de Santoña
La primera de las muchas hayas majestuosas que nos vamos a encontrar en el camino
El carril, tras una casa de piedra con un prado, termina por convertirse en senda
Árboles espectaculares
y un verde lujurioso
nos acompañan en el camino
Siempre pienso que apenas somos nada ante estos seres enormes y longevos
y pienso y a veces siento que nos miran como los Ents del Señor de los Anillos
Ya bajo la cascada, el sendero termina casi por desaparecer entre unas rocas musgosas entre las que se despeña el río
Y ya a los pies de la cascada
70 metros de caída libre,
tan libre, que muchas gotas terminan en ti
Por cierto, sobre este lugar existe una leyenda relacionada con las anjanas, unas ninfas o hadas propias de la mitología popular cántabra.
Se cuenta que bajo la Cascada del Río Asón, o Cailagua, en una cueva, vivían dos anjanas,
una con cabellos largos y dorados y la otra con su melena de color
plateado. Ésta última, la anjana de melena de plata era muy traviesa, y
tenía la costumbre de alterar la paz de los vecinos de la
zona…Disfrutaba atando a los animales por su colas, tirando al río a los
pastores mientras dormían la siesta, cosiendo brazos y perneras de los
trajes de domingo de los mozos, cambiando el azúcar por sal en las
cocinas, y muchas travesuras más…
Cansada de las quejas y
protestas de los vecinos, la anjana de cabello dorado decidió dar un
escarmiento a su hermana traviesilla. Así, una noche mientras dormía,
recitando un sortilegio, la trasladó invisible hasta el naciente del río
y allí la sumergió, confundida con la roca. Pero cómo era una noche sin
Luna, no observó que la larga cabellera de plata quedaba flotando en el
aire. El agua que antes se deslizaba plácidamente por el cantil, ahora
mojaba sus cabellos peinándolos en una larga coleta.
Pasado el
tiempo y creyéndola ya escarmentada, la anjana de cabellos dorados,
quiso liberar a su hermana, pero…Había olvidado las palabras mágicas y
necesarias para ello.
Y así, muy triste, marchó hasta el cercano
lago de Brenovinto, bajo cuyas aguas, existe un maravilloso palacio que
alberga una inmensa biblioteca, en los estantes se guardan antiguos
códices perdidos, y libros aún no escritos. Aquí pasa todo su tiempo la
anjana de cabello dorado, intentando encontrar la fórmula que le permita
liberar a su hermana de la roca.
Mientras tanto el largo cabello
de plata de su traviesa hermana se derrama desde lo alto de Cailagua,
salpicando a todo aquel que llega al pie de la cascada en una travesura
sin final…

La bajada la hacemos por otro senderillo
que al final se une con el que traíamos en la subida
Praderas bajo los cortados donde nace el Asón
Antirrhinum braun-blanquetti - Boca de dragón
Centaurea
Ya en el coche, subimos el par de kilómetros que nos quedan hasta el puerto y allí aparcamos. Cogemos mochila y comida y de nuevo al camino.
10. Castros de Horneo
Los Castros de Horneo o Laberintos del Asón es un pequeña sierra, situada a escasos tres kilómetros del puerto, muy erosionada por los procesos glaciares y por la posterior karstificación del terreno. Lo más característico del lugar son las canales abiertas entre inmensas paredes de roca, tan estrechas que a veces se pueden tocar con los brazos abiertos, y altas, muy altas, tanto que otro sobrenombre que llevan es el de Manhattan.
Desde el mirador del Collado del Asón
el inicio del valle muestra su aspecto más glaciar
Linum viscosum
Al fondo asoman los Castros de Horneo
con alguna cabaña de piedra con pradera incluida antes de llegar
Al otro lado del camino, los Campanarios
Abandonamos el camino principal y cogemos uno hacia otra cabaña, esta con su manada de vacas
La zona de los Horneos va quedando abajo
y los castros cada vez están más cerca
Son como castillos de piedra
que desde abajo parecían no tener tanta altura
Entre tanta piedra, un rebeco sale disparado
Un mogote redondeado por la erosión glaciar. Las grietas son producto de la posterior erosión del agua sobre la roca caliza
Dianthus hyssopifolius - Clavellina
Potentilla nivalis
Este no sé lo que parece: ¿una pagoda? ¿una yurta? ¿un pionono?
En algunas zonas, entre el roquedo, crecen pequeños bosques de hayas
Una canal que se estrecha conforme se acerca al cielo
Esta zona es un auténtico laberinto
Aunque hay huella de sendero
no me la quiero imaginar con niebla
¿o sí? El GPS aquí no sirve de nada: anda como loco
Salimos a unas inclinadas praderas
por las que nos volvemos
a los pies de estas enormes moles calizas
lo que nos permite tener vistas nuevas de lo recorrido anteriormente
En esta zona, hay senderillos por todos lados. Cada cual baja por donde mejor le parece.
Linaria...
No dejamos de mirar atrás
mientras las cabañas de Horneo cada vez están más cerca
Euphrasia officinalis - Eufrasia
Ophrys apifera - Abejera
Al llegar al coche, me miro las piernas y me veo otras dos garrapatas. No sé si son nuevas o del lote de por la mañana. ¿Vamos a urgencias? Ya son muchas. Miramos dónde podemos ir a un médico de guardia. Está en Torrelavega, a escasos diez minutos del Balneario.
Allí nos encaminamos. Por suerte no hay nadie y nos atienden al momento. Le cuento la situación y una enfermera me tiende en la camilla y con un foco potente y el material oportuno se dispone a quitarme las dichosas garrapatas. Le indico donde las tengo pero ella, simpática, sigue metódica a su ritmo: primero una pierna... aquí hay una, y otra, y otra... pierdo la cuenta; después otra pierna, y otra más... y más... y así por todo el cuerpo. Son pequeñísimas.
Una hora estuvo. Entre las de la mañana y estas de la tarde, más de cincuenta. Suponemos que fue en aquel camino de hierba verde y mullida en el bosque de secuoyas. Pisaría un nido o qué sé yo. Lo que sé es que me llevé, al menos, la mitad de las garrapatas de Cantabria. Por suerte, todo ha quedado en unas pequeñas ronchas que han tardado casi un mes en desaparecer.
A la cena llegamos con la hora justa.
Miércoles, 9 de julio
11. Fuente Dé - Majada Remoña
La rutina ha cambiado un poco: baños, revisión en busca de garrapatas, desayuno, arreglo de mochilas y al camino.
Tiempo despejado. Aprovechamos para ir al Desfiladero de la Hermida y hacer una circular por la senda de las Agüeras. Y hacía allí partimos.
Todo va bien hasta llegar al inicio del desfiladero. La carretera está en obras. Un carril está cortado y van dando paso de forma alternativa. Y así en un tramo, y en otro, y en otro más... El camino se está haciendo más largo de la cuenta.
Cuando llegamos al lugar en el que debemos aparcar, está ocupado por la obra: maquinaria, materiales, obreros... Imposible. Seguimos hacia adelante pero nada, ni un hueco donde dejar el coche. Momentos de incertidumbre. ¿Qué hacer? El tiempo avanza y el coche también. Llegamos a Potes. ¿Nos acercamos hasta Fuente Dé, a ver si hay sitio en el teleférico y subimos? Dicho y hecho.
Llegamos a Fuente Dé. Son cerca ya de las doce. Tardísimo. Mientras termino de preparar las mochilas, Tere mira si hay billetes para subir. No hay hasta las dos y media. Lo que empieza mal puede acabar peor.
Pues nada, al mal tiempo -no el meteorológico ya que el cielo resplandecía azul- buena cara. Nos colgamos las mochilas y nos ponemos en andas hacia la Canal de Pedavejo. El tiempo dirá hasta dónde llegaremos. Y el tiempo y la prudencia nos llevó hasta la Majada Remoña, a los pies de la canal y ya en Castilla-León.
Peña Remoña asoma tras el hayedo
Las praderas de Fuente Dé y los altos paredones calizos que remonta el teleférico.
Una cabaña de piedra con el macizo de Peña Vieja asomando por detrás
Salimos del hayedo-robledal y las vistas se van abriendo a la Peña Regaliz
y a la Canal de Pedavejo
Aglais urticae sobre cardo azul
Con la Canal de Pedavejo al fondo, abandonamos el carril para coger en senderillo que sube hacia la Majada Remoña
Bajo unos majoletos montamos el restaurante
con vistas a la canal y al chorreíllo de personas que iban bajando por ella
Eriophorum latifolium - Hierba algodonera, en una zona encharcada bajo una fuente
Vistas hacia la Canal de Pedavejo desde la cabaña de la Majada Remoña
Aquí decidimos volvernos
y volver a tomar el mismo camino con cierto temor a los atascos que se podrían producir por la tarde en el Desfiladero cuando buena parte de las personas que estaban en La Liébana quisieran salir.
Vistas hacia los Montes de Valjierro y el Coriscao. Cerca de ellos están los Puertos de Salvorón por donde se ha quedado uno de los frentes de los desastrosos incendios de este verano.
Joracao y Pico de Valdecoro sobre Espinamá
Vistas hacia La Liébana
La Canal de la Jenduda, con Peña Vieja detrás
Una panorámica desde Fuente Dé
En el coche estábamos a las cinco y media. Decidimos volvernos pronto. Cruzamos Potes sin problemas y llegamos a La Hermida pensando en las caravanas, pero nada, la pasamos rápido y salimos por Unquera y de allí a Torrelavega y a las Caldas.
Por primera vez, llegábamos temprano, así que aprovechamos la placidez de la tarde y, tras la ducha, nos fuimos a tomar una cerveza al bar que había en los jardines del Balneario, rodeados de árboles y con el ruido de fondo del Besaya.
Jueves, 10 de julio
Recuerdo la expresión "nueva normalidad", aquellos palabros que se aplicaban a todos los cambios -algunos absurdos- que nos había traído la epidemia del covid. Hoy, nuestra nueva normalidad es, aparte de los baños -a los que vamos cada día cogiendo más gusto-, dedicar un tiempo, mañana y noche a una revisión exhaustiva, frontal en mano, en busca de ixodoideos, arañuelos, reznos... garrapatas. Por suerte, ausencia.
Después de las peripecias conductoras del día anterior, y visto el tiempo -hasta el domingo, hoy es el último que dan soleado- decidimos hacer la ruta que teníamos prevista para ayer pero al revés, saliendo de Cicera para llegar al fondo del Desfiladero de la Hermida, yéndonos por el interior, por Carmona y Puentenansa: peores carreteras pero más tranquilas, recorriendo paisajes sugerentes de la Cantabria interior.
Llegados a Cicera, en las afueras del pueblo, han habilitado un aparcamiento de pago -barato, pero no recuerdo cuánto- en el que se puede dejar el coche todo el tiempo que quieras. Desde allí, mochila al hombro, iniciamos el camino.
12. Mirador de Sta. Catalina - Senda Mitológica - Senda de las Agüeras
Del aparcamiento, un camino sube decididamente el monte Hozarco, entre robles y hayas, hasta el mirador. Forma parte de lo que han denominado "Senda Mitológica", un sendero lleno de figuras de los personajes de la mitología tradicional cántabra, con su correspondiente cartel explicativo, en la línea de la actual moda de llenar el medio natural con muñequitos y otras zarandajas para atraer a grandes y pequeños a las zonas rurales. Lo puedo entender pero no lo comparto. La naturaleza tiene por sí sola atractivos -flora, fauna, rocas, paisajes, historias...- y no necesita adornos; necesita atención, dinero, inversión, conocimiento, respeto... para evitar su deterioro, la masificación, los incendios, el abandono, su desaparición.
Valle de Peñarrubia desde el aparcamiento
La subida por la Senda Mitológica
En la parte alta del monte Hozarco predominan los robles
Vistas hacia el norte del Desfiladero de la Hermida desde el mirador de Sta. Catalina
Y desde el mismo lugar, vistas al sur, con Tresviso allá en lo alto
Cogemos hacia abajo por otro tramo de la senda en el que las hayas van sustituyendo a los robles.
Abandonamos los muñecos y nos adentramos
en un bosque espeso
con castaños centenarios
y muchos acebos -Ilex aquifolium-
y el suelo cubierto de multitud de helechos, como este Blechnum spicant -felecha-
Los árboles son imponentes y el camino va todo el rato a la sombra
Las hiedras buscan la luz en las alturas
El sendero se va acercando cada vez más al pueblo de Navedo y al barranco
hasta que llega al agua
que se despeña formando bellas cascadas
y pozas tipo marmita de gigante
Salimos del bosque en la parte más estrecha del Barranco de las Agüeras
donde el camino está tallado en la piedra
Petrocoptis pyrenaica, una especie característica de los paredones calizos
Ya cerca de la carretera del Desfiladero de la Hermida -se escuchan los coches- un puente de madera nos permite cruzar el barranco al otro lado. Y aquí nos damos la vuelta
para afrontar la subida con calma
aunque la parte soleada es poca
y el viejo castañar pronto nos ampara con su sombra
y nos deleita
con su frescor
y sus impresionantes ejemplares
En medio del bosque encontramos varias construcciones de piedra que, según un panel informativo, se denominan "carriles".
El carril es un círculo hecho con un muro de piedra de apenas metro y medio de altura y con unos 3 metros de diámetro. No tiene cubierta y estaba destinado a proteger las castañas de la depredación animal. Conforme se iban recogiendo las castañas a mediados del otoño, se iban depositando en estas construcciones y de allí se sacaban según se iban necesitando, manteniendo al mismo tiempo su calidad hasta finales de año.
Con tanto donde mirar y tanta sombra, la subida se hace ligera y eso que el desnivel es considerable
A estos viejos castaños se les llama "podones", pues se podaban a tres o cuatro metros para que rebrotaran y echaran más castañas.
Se ha nublado
y con ello los verdes se hacen más intensos
Ya llegados a la senda mitológica
cogemos por otro camino
que va rodeando el Monte Hozarco
hasta llevarnos por su parte más umbría
a las proximidades del aparcamiento
Allí, en un barecillo donde está el control, nos tomamos un refresco antes de afrontar la importante bajada y subida a las cascadas.
Se parte desde el mismo sitio, así que guardamos las mochilas grandes en el coche y con una pequeña con agua, nos disponemos a descender casi 250 m que después habrá que subir. ¿Merecerá la pena?
13. Cascadas de Cicera
Siguiendo las indicaciones del hombre que atiende el bar y el aparcamiento, cogemos el sendero señalizado como "Cascadas de Cicera"
que en sus primeros tramos medio llanea y atraviesa un espeso bosque de robles melojos.
Las cuatro cascadas se visitan de dos en dos: primero las dos de la derecha, las que están más abajo, para después volver a subir a la bifurcación y coger hacia la izquierda y hacia abajo. Y en cada una de ellas, hay que bajar y subir ya que es casi imposible hacerlo pegado al río. Es fácil seguir el camino, pues hay indicadores en cada cruce -mientras duren-.
A partir de la bifurcación, el desnivel es importante
aunque el camino está bien trazado y los escalones ayudan
La piedra de este lugar es una arenisca roja muy llamativa, que en algunos sitios forma repisas como esta
Cascada de Pozu Llanu
Volvemos a subir y a bajar pegados a estas paredes
para llegar a la cascada del Saltu l'Agua
Desde aquí subida a la primera bifurcación y después a la izquierda
para llegar a la Cascada de los Molinos
y otra subida y bajada -esta más pequeña-
y llegamos a la umbría Cascada de la Pisa
Ya solo queda volver hacia arriba y llegar al coche.
¿Mereció la pena? Las fotos lo dicen todo.
Por el camino, le hacemos una fotillo a la románica
Iglesia de Sta. Juliana, en Lafuente
Viernes, 11 de julio
Tras baños, revisión y desayuno, nos tomamos la salida con más calma.
Aprovechando que ponen lluvia para la tarde, reservamos la visita a la Neocueva de Altamira para las siete y ahora, sin alejarnos mucho, nos vamos a hacer una ruta de mañana por Somahoz, una pedanía de los Corrales de Buelna, a escasos cinco kilómetros en coche.
La comida hoy la haremos en el Balneario.
14. Canal de las Tejeras en Somahoz
En diez minutos tenemos el coche aparcado el coche bajo unos nogales justo al cruzar el río Besaya, entre Somahoz y San Andrés.
Un hombre mayor pasa y nos indica, haciendo uso del refranero, que aparcar debajo de los nogales no es la mejor idea: "A la sombra del nogal no te pares a descansar". Algo le comento, no me acuerdo qué, pero para mí pienso: "En Faraján, bajo un enorme nogal - ya desaparecido- junto al río, en la Vega Grande, descansábamos en los tórridas tarde de verano; allí comíamos y echábamos la siesta, quien podía. Recuerdo su sombra fresca y aquellos días de baño en el río y moras en Balastar."
No creo que al coche, y a nosotros a la vuelta, nos venga mal estar a la sombra.
Atravesamos las casas del barrio de San Andrés, y ya por camino de tierra, llegamos hasta una bifurcación donde hay un letrero que te indica el camino a seguir.
Esta es la bifurcación, y el camino, el de la derecha
Al momento, vadeamos el río por primera vez
Se ve que fue camino antiguo pues en algunas zonas aún se ve el empedrado
La Canal de las Tejeras o río Redondo, como también se llama, lleva poca agua
lo que ayuda a cruzarlo
A falta de mucha agua, mucho verde
un verde que tapiza rocas, árboles
y cascadas
Bajo un bosque de galería formado principalmente por avellanos, acebos y laureles, los helechos campan a sus anchas
el musgo lo cubre todo
mientras robles y hayas, en las alturas, ayudan a filtrar la luz
que queda atrapada en su reflejo
Las pequeñas cascadas se suceden: en rincones a los que hay que bajar
o en los bordes del camino
Nos despedimos del río
cuando el camino decididamente asciende por el monte Brazo
entre viejas hayas y robles centenarios
hasta llegar a los Campos de la Cruz, un collado con vistas al valle de Igüeña.
Desde aquí se puede bajar por un sendero hacia ese valle y visitar la ermita prerrománica de San Román de Moroso. Son 1,5 km y merece la pena.
Nosotros no lo hicimos, sino que bajamos por un carril
entre prados, con vistas a los Corrales de Buelna
Consejo: Volver por el mismo camino y disfrutar dos veces de la fragosidad y el frescor de la Canal de las Tejeras. Por el carril, polvo, sol y algún que otro coche que circula más rápido de la cuenta.
Parada en Los Corrales de Buelna para hacer acopio de quesadas, sobaos y algún que otro queso cántabro y a las dos, hoy, comida en el Balneario.
15. Vía Verde: Caldas de Besaya - Riocorvo - Cartes
Por la tarde, después de comer, como nos quedaba tiempo hasta la hora en la que teníamos la reserva para Altamira, nos fuimos a caminar por la vía verde que recorre las orillas del Besaya y que en 17 km te lleva hasta el pueblo costero de Suances. Nosotros no hicimos tanto, solo desde Las Caldas a Cartes, ida y vuelta, unos siete kilómetros aproximadamente, un paseo para bajar la comida y recorrer dos de los pueblos mejor conservados por los que pasaba el antiguo Camino Real que unía Santander con la Meseta.
En las paredes de las zonas umbrías el helecho lengua de ciervo
y en las zonas más soleadas, junto al río, la flor de las mariposas -Buddleja davidii-
Calle Real en Riocorvo, con la Capilla de San José en primer término
Riocorvo es poco más que la peatonal calle Real. Eso sí, toda la calle está flanqueada de casonas tradicionales, con o sin escudos nobiliarios, con multitud de flores a uno y otro lado.
y con unas macetas pintadas que llaman la atención
Paseando por las calles de Riocorvo
Entre uno y otro pueblo, el Besaya es el protagonista, con garza imperial incluida que no se dejó hacer una foto pasable
En Cartes, vistas del Torreón con la calle -Camino Real- que recorre el centro histórico
Unas hortensias distintas
Dipsacus follonum - Cardencha
16. Neocueva de Altamira - Santillana del Mar
La cueva de Altamira fue descubierta en 1868 por Modesto Cubillas y, como tantas otras veces, de manera fortuita, buscando a su perro.
Años más tarde, acompañaría a Marcelino Sanz de Sautuola, aristócrata aficionado a las ciencias, a la cueva donde descubriría algunas pinturas, pero no fue hasta 1879 cuando, acompañado de su hija María, esta descubre los famosos bisontes de la Sala de Polícromos.
En principio se creyó que eran falsificaciones, pinturas recientes por lo vivo de sus colores, y no sería hasta principios del s.XX cuando se verificó su autenticidad y se señaló su antigüedad, datada con posterioridad en unos 14.500 años, en pleno Paleolítico.
Como curiosidad decir que María, la descubridora de los bisontes, fue una de las abuelas de Emilio Botín, el conocido banquero presidente del Banco de Santander.
Hoy en día, la cueva original no se puede visitar -mejor dicho, solo se permite la visita de cinco personas a la semana y la lista de espera es larga y está cerrada en la actualidad-, pero está la réplica, la Neocueva, que por comentarios que escuchamos de un par de personas mayores que habían tenido la suerte, cuando eran jóvenes, de visitar la original, era exactamente igual pero más cómoda de ver y con mejor iluminación. En definitiva, que se veían mucho mejor los detalles y se podía disfrutar de ella con más tranquilidad.
A pesar de ello, siempre te queda el pensar que lo que ves no es otra cosa que una copia, aunque una copia mejor que la original. (Esto lo piensas antes y después; mientras la estás viendo, ni te acuerdas).
Los bisontes
son los animales que más destacan
en la Sala de Polícromos
como este que sirvió de modelo para unas antiguas cajetillas de tabaco
Pero hay más figuras reseñables
como esta cierva
o un caballo
En una galería de difícil acceso, al fondo de la cueva original, aparecieron estos grabados; hoy se pueden ver con facilidad y con todo detalle en la réplica.
Aunque no ponga fotos, la visita al museo anexo a la neocueva bien merece una visita pausada. En nuestro paseo por las distintas salas, nos dimos cuenta de que una imagen que había del pez de la Cueva de la Pileta estaba al revés. Tere se lo comentó a una de las guías que allí había y se quedó un poco extrañada y dijo que lo hablaría con los encargados. No sé en qué habrá quedado la cosa.
Al salir, el cielo estaba oscuro, y el viento húmedo presagiaba lluvia. Cogimos el coche, pasamos por Santillana del Mar sin pararnos -ya la conocíamos y había muchísima gente por las calles- y nos fuimos hasta la Playa de Sta. Justa, con su ermita incrustada en la roca.
En esta ermita se guardan reliquias de Santa Justa y Santa Rufina, las patronas ¿o serán matronas? de Sevilla -la estación del AVE lleva el nombre de la primera-, y a ellas está dedicada esta construcción que milagrosamente aguanta los embates del Cantábrico. Sobre la pequeña iglesia, la Torre de San Telmo, patrón de marineros y pescadores.
Duramos poco; empezó a llover y truenos y relámpagos a lo lejos -¿fuegos de San Telmo?- anunciaban la tormenta.
Y llovió, durante casi toda la noche, pero al día siguiente... Bueno, esa es otra historia y otro día, el último completo en Cantabria.
Sábado, 12 de julio
Amanece. Algunas nubes pintan de blanco el azul celeste. El agua ya no cae, fría, del cielo, sino que espera, caliente, en el húmedo mármol de las bañeras.
17. Ruente: Monte Aá, la ruta de los árboles singulares
Ruente lo tenemos cerca, a escasa media hora en coche, así que tras la agradable rutina diaria y el corto paseo motorizado por el interior de Cantabria, cruzando pequeños pueblos, praderías y montañas de cabeza redondeada y torso arbolado, nos encontramos a la diez junto a la Fuentona, una surgencia que recauda aguas del Valle de Cabuérniga y que tiene la particularidad de que, sin motivo aparente y en cualquier época del año, deja de manar completamente durante minutos u horas, para volver de pronto a discurrir sus aguas con la misma fuerza que antes de cortarse. La última "seca" ocurrió el 1 de noviembre de 2011 y duró aproximadamente dos horas y media.
No existe aún una explicación convincente a este fenómeno y ya se sabe, donde hay misterio no falta la leyenda, que en este caso, nos habla de otra anjana -el hada buena de la mitología cántabra- que habita este manantial, como recoge en su relato "La Onjana y el Sevillanu" el escritor local Juan Sierra Pando:
“Rumiandu el dichu de la
onjana llegó el sevillanu a Ruenti, y allegandu a Ruenti, jue y se acordó de
que siendu el entuvia mozueu, oyó conta que cuando la Juentona se seca, que lo
jaz una u dos veces al añu, sin causa conocía de alma mortal, pa golver a manar
pasau un ratucu con la mesma juerza que endeantes, salen de la cuevona unos
comu sonius de moneas, y es que lus templarius están contandu los sus caudalis
. Filandu estu con el dichu de la onjana, dio en cavilar que allí debía haber
tesoru, y cavilandu que allí había tesoru, dió en ise tos los días a la
Juentona y allí s’estaba las horas muertas dendi que Dios amanecía hasta bien
entra la nochi, aguardando la seca, que naide sabe cuandu va a venir, pa entrar
en la cueva y salir de una vez de probe si tenía la suerte de dar con el tesoro”.
La Fuentona de Ruente
Después de visitar este apacible rincón del pueblo, nos podemos en marcha rumbo al monte Aá, cruzando el río Saja y cogiendo un carril que nos va internando en el verde, entre las praderías donde pastan las vacas y el bosque donde mi vista pace.
El Arroyo del Monte Aá al borde del camino
con florecillas, senecios
y lampazos -Arctium minus, una planta de la que en la cocina japonesa se consume sus raíces hervidas con sal
El camino en un principio va bastante llano y pegado al arroyo
para poco a poco ir remontando la ladera y alejándose del agua
Van apareciendo algunos ejemplares de cajigas (roble albar) de gran porte entre otras especies arbóreas: alisos, majuelos, acebos, hayas, melojos...
que junto a las hiedras y helechos
le dan al bosque ese aspecto de selva sin animales -no se oye el trino de los pájaros ni aletean mariposas en el borde del camino- tan solo un rayo negro que huye alocado ladera abajo y un senderista que pregunta ¿habéis visto pasar un perro?
Por un hueco entre los árboles vemos el azul del cielo que no es -y que me perdonen los norteños- el azul del sur
En un determinado momento -todo está muy bien indicado- abandonamos el carril para internarnos por una senda que nos lleva a esos árboles singulares que ponen nombre a la ruta, una serie de cajigas centenarias que aguantan -estoicas y heridas- el paso de los años y los hombres.
Una de ellas, "El Cubilón", desapareció en los años 90 víctima de la edad y de un rayo que la terminó de matar. Con 15 metros de perímetro y 28 metros de altura y hueco por dentro, era capaz de albergar en su interior a dos vacas tudancas. Hoy, en su lugar, han puesto una insulsa escultura de hierro -opinión personal- a imitación de un tronco, en la que al menos, en su interior, podían haber sembrado un roble que, con los años -muchos años- pudiera, si no sustituir, alegrar con su sombra el lugar.
Cogiendo la senda entre robles
y hayas
algunas también con un porte majestuoso
"El Mellizo"
"El Arriaga"
un haya candelabro
"El Belén"
como si de un templo asiático se tratase, antiguas construcciones comidas por la vegetación
En el descenso, el sendero circula paralelo
a lo que parece un antiguo camino abandonado ¿por qué no lo han trazado por este y lo han recuperado?
En un determinado momento, la vereda sale a otro carril que baja y se une al que habíamos cogido en la subida.
De aquí, a Ruente, al bar a por unas cervecillas y unas patatas fritas, y al parquecillo que rodea la Fuentona, donde en unas mesas bajo la sombra de los árboles, damos cuenta de todo lo que llevábamos en la mochila y más. Por cierto, podíamos haber dejado peso en el coche y ahorrarnos subirlo monte arriba. Es que...
Después de comer, y aprovechando que Barcenillas se encuentra a dos kilómetros de Ruente, nos vamos a ver unas cascadas que no llevaba en mente y que mi hermana me comentó hace un par de días que eran bonitas y con un camino fácil de hacer. Busco información y el track, cogemos el coche y p'allá tiramos.
18. Cascadas de Lamiña desde Barcenillas
Barcenillas es un pequeño pueblo de la zona del valle de Cabuérniga que merece por sí solo una visita, aunque para nosotros en principio solo sea el inicio de nuestro caminar a las Cascadas de Lamiña, o de Úrsula, como también se las conoce.
La ruta se puede hacer lineal o circular, pasando por la localidad de Lamiña. Elegimos esta segunda opción y con una mochilita ligera, emprendimos el camino, un carril junto al río, completamente seco. Malos principios para ver unas cascadas.
Después de unos cientos de metros, abandonamos el carril para seguir
por el antiguo camino de los Foramontanos
gentes que en los primeros siglos de la Reconquista, se trasladaron desde las montañas cantábricas a las tierras de la Meseta Norte.
Quizás no sea tan viejo para haber visto pasar a los foramontanos pero seguramente sí a otras muchas personas a lo largo de su vida centenaria.
¡Una foramontana del sur!
Linaria triornithophora - Pajarillos
La iglesia de Lamiña
y una casa con sus macizos de hortensias en plena floración
Desde Lamiña, pasando por la Fuente de Arriba, cogemos el camino hacia las cascadas, dejando el de los foramontanos, que sigue por otros derroteros
Árboles y praderas
en el discurrir casi llano de este camino
Un enorme arce que merece una parada y un rato de atención
Ya en descenso, el carril se une a otro cerca del río Barcenillas que aquí cascabelea con alegría ¡lleva agua!
En un momento dado, después de cruzar el río por un puente y subir un trecho, nos encontraremos un indicador "Cascadas de Úrsula" y unos paneles explicativos sobre la flora y fauna del lugar.
Y aquí abandonamos el carril para coger un sendero
entre el fragor verde de un bosque de ribera
donde avellanos y alisos crean un umbrío túnel de vegetación
y por donde el agua circula
y empieza a caer
y a caer de más arriba
en bonitos rincones
donde bañarse es posible pero no obligatorio
¡el agua está helada!
El sendero prosigue entre robles
para terminar volviendo al camino principal y de aquí a Barcenillas siguiendo el cauce del río que, en un determinado momento, deja de cantar.
Y por el bosque y el camino, flores, muchas flores:
Melampyrum pratense
Epilobium hirsutum - Adelfilla pilosa
Calystegia sepium - Correhuela mayor
Malva moschata
Campanula glomerata
y alguna avellana todavía verde -bueno, blanca-
Y ya en Barcenillas...
un paseo por sus calles donde las flores,
y en especial las hortensias, son las reinas
Hoy, sin que sirva de precedente -no nos quedan más noches- nos saltamos la cena, previo aviso, y nos vamos a tapear y a disfrutar del frescor -frío- de los jardines del Balneario.
Domingo, 13 de julio
¡Último baño! No hay tiempo para revisiones. Desayuno, entrega de llaves, cargamos el coche y rumbo a Málaga. Son las nueve y llueve. El día empieza con buena rima o ripio, que ambas cosas forman parte de la vida.
Llegando a Reinosa, el cielo se va abriendo y el verde es menos verde. Pasado Aguilar de Campoo, el sol resplandece y los campos de Castilla van luciendo el dorado de mediados de julio. ¡Qué cambio en tan poco tiempo y distancia! Yo lo llamo la depresión del verde.
Parada para gasoil. Descanso. Parada para comer. Descanso. Parada para descanso. Siesta. Fuengirola asoma. Siempre es grato volver a casa. Nuestra cama.
Amanece. ¡No puede ser! Tres garrapatas adornan mi cuerpo. Estas han venido de polizones en el coche.
El ritual de alcohol, pinzas, desinfección... y por si queda alguna, bote y medio de insecticida en el coche y lavado en profundidad.
Si sirvieran para algo ponía un negocio de garrapatas y me hacía rico.
Postdata: A pesar del tono humorístico que he querido darle al asunto de las garrapatas, no hay que olvidar que su picadura no es para tomársela a broma. Pasé unos días intranquilos por si aparecía fiebre, dolores articulares, hinchazón... Pueden transmitir enfermedades muy graves que dejan secuelas o incluso provocar la muerte, como la Enfermedad de Lymes o la fiebre de Crimea-Congo.
Por suerte, las picaduras quedaron en unas pequeñas ronchas y en un afeitado de piernas, pero no siempre es así.
Si te pica alguna ir al médico no es ninguna tontería.
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