Torreblanca - Fuengirola
Muchas son las personas a las que les sonará familiar el nombre de esta planta si ya tienen una cierta edad y crecieron con los tebeos de Zipi y Zape y es que el aceite que se saca de las semillas del ricino era por aquel entonces sinónimo del castigo, de la tortura infantil, del sabor más repugnante al que había que hacerle frente si uno cometía cualquier travesura, y eso que raramente ninguno lo hemos probado y formaba parte más del imaginario que de la realidad.
La higuerilla del diablo es un arbusto de origen africano que podemos encontrar en nuestras costa y zonas próximas, en terrenos degradados como taludes de carreteras, solares abandonados, escombreras... Puede alcanzar varios metros de altura, con hojas palmeadas verdes o rojas y con flores masculinas de color amarillento y flores femeninas rojas que podemos encontrar en distintas estaciones del año. Tras la fecundación, se forman unos frutos redondos con aparentes espinas que contienen las venenosas semillas de donde se extrae el aceite. Para su elaboración, se machacan y calientan para neutralizar sus efectos tóxicos ya que su ingestión sin procesar, por su alto contenido en ricina, lleva a la muerte a la persona, ya que bloquea el metabolismo celular y provoca un fallo multiorgánico.
El aceite de ricino se ha utilizado desde la Antigüedad para combatir el estreñimiento por sus efectos purgantes. Hoy en día se usa principalmente en el mundo de la cosmética -lo que llaman aceite de castor, pésima traducción del inglés castor oil-, en la agricultura, para la obtención de un producto, el etil dodecanoato, un potente nematicida y en la industria química para la fabricación de pinturas y lubricantes.
Como curiosidad, su nombre científico proviene de las garrapatas comunes -Ixodes ricinus- por el parecido de la semilla con estos animales cuando están ahítos de sangre.
Alhaurín el Grande
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