lunes, 23 de marzo de 2020

Sª de las Nieves: los árboles que amamos eternamente

Siempre vimos en ellos mucho más que árboles, solo árboles, algo más que hojas que se aferran a unas ramas, mucho más que ramas unidas a un tronco, un solo tronco que se funde con la Tierra en múltiples raíces... árboles, materia y energía.
Ellos nos acompañaron en el camino, siempre dispuestos a una caricia, a unas palabras de aliento o de perdón, a un ruego o a un adiós. Hoy echan de menos tu abrazo y me han preguntado por ti.
 


 

ÁRBOLES

¡Árboles!
¿Habéis sido flechas
caídas del azul?
¿Qué terribles guerreros os lanzaron?
¿Han sido las estrellas?

Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,
de los ojos de Dios,
de la pasión perfecta.
¡Arboles!
¿Conocerán vuestras raíces toscas
mi corazón en tierra?
Federico García Lorca

 
Estos viejos robles, heridos por ambos lados, la ventisca del invierno y el sol abrasador del estío, me recuerdan a ti, duros en la adversidad.
A la sombra del Torrecilla tu nombre descansa. Dicen que en él se esconde parte del alma. La tuya andará libre y cada mañana recorrerá senderos, subirá collados, bajará laderas y beberá las aguas frescas del Pilar de Tolox para volver tranquila y descansar, apoyada la espalda en su agrietado tronco.
 


 
Este arce, desnudo aún, esperando su traje de primavera, me ha susurrado al oído con palabras del viento que añora tu risa franca. Me he sentado junto a él y he visto en sus hojas las lágrimas que en mis ojos quedaron y aquellas que no pude contener y oculté como pude. Vivimos tu ausencia, cada cual a su manera.



[…] Árbol que anuncias al viandante
la suavidad de tu presencia
con tu amplia sombra refrescante
y con el nimbo de tu esencia:
haz que revele mi presencia,
en las praderas de la vida,
mi suave y cálida influencia
de criatura bendecida. […]
Gabriela Mistral
 

 
Me gustaría presentarte a este viejo quejigo de tronco rechoncho. Creo que no te conoce pues se  encuentra alejado del camino, huidizo de la gente, mi alma gemela. Te hubiera gustado abrazarte a él, sentir sus profundas arrugas en las palmas de las manos, latir al unísono savia y corazón, susurrarle palabras secretas y callar. Lo hice por ti. Le hablé de ti.


 
[...] desde este misterioso confín de la existencia
los otros me ampararon como árboles
con nidos o sin nidos
poco importa
no me dieron envidia sino frutos
 
esos otros están
aquí [...]
Mario Benedetti
 



 


 
A UN OLMO SECO
 
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas nuevas le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campaña
lanza de carro o yugo de carreta:
antes que rojo en el hogar, mañana
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado





 
[...] Quién como tú pudiera ser tan libre,
con esa libertad lenta y tranquila
con la que así te vas formando!
Tú permaneces, pero te renuevas,
estás bien arraigado, pero creces,
y conquistas el cielo sin derrota,
dueño de tu comienzo y de tus fines.

Si yo tuviera comunicaciones
con las duras raíces ancestrales;
si mis antepasados retorcidos
me retuvieran firmes desde el suelo;
si mis hijos, mis versos y las aves
brotaran de mis brazos extendidos,
como un hermano tuyo me sintiera.[...]
Manuel Altolaguirre












 
De árbol a árbol
 
Los árboles
¿serán acaso solidarios?
¿digamos el castaño de los Campos Elíseos
con el quebrancho de Entrerríos
o los olivos de Jaén
con los sauces de Tacuarembó?
¿le avisará la encina de Westfalia
al flaco alerce de Tirol
que administre mejor su trementina?
y el caucho de Pará
o el baobab en las márgenes del Cuanza
¿provocarán al fin la verde angustia
de aquel ciprés de la Misión Dolores
que cabeceaba en Frisco
California?
¿se sentirá el ombú en su Pampa de Rocío
casi un hermano de la ceiba antillana?
los de este parque o aquella floresta
¿se dirán de copa a copa que el muérdago
otrora tan sagrado entre los galos
ahora es apenas un parásito
con chupadores corticales?
¿sabrán los cedros del Líbano
y los caobos de Corinto
que sus voraces enemigos
no son la palma de Camagüey
ni el eucalipto de Tasmania
sino el hacha tenaz del leñador
la sierra de las grandes madereras
el rayo como látigo en la noche?
Mario Benedetti








Y estas flores también son para ti.

No adornarán tu tumba. Jalonarán tus pasos juntos a los nuestros. Siempre.

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