Al llegar la primavera, si uno viaja por la autovía de la
costa de Málaga, incluso en plena capital, se sorprenderá con el colorido de
arcenes y taludes: todo se llena de rosa. La culpa, miles de ambarinas abriendo
a la vez.
Esta planta, tan abundante y común para nosotros, es un
endemismo bético-magrebí: solo se encuentra en parte de Andalucía
-especialmente en Málaga, desde La Cala de Mijas hacia el este-, Marruecos y
Argelia. Gusta de la brisa del mar, así que la encontraremos cerca de la costa, aunque a veces también penetra un poco hacia el interior, en
zonas no muy altas y de temperaturas suaves.
Como en todas las compuestas, las flores -los capítulos-
están formados por flores estériles -lo que aparentemente son pétalos rosas-,
cuya función es atraer a los insectos, y flores fértiles – las que ocupan
el centro amarillento- que terminarán convertidas en frutos – aquenios- con
escamas que ayudarán a su dispersión.
Y todo sin necesidad de desembolsar cientos de euros en plantas de vivero que duran semanas, ahorrando agua y sin el trabajo de sembrarlas y regarlas.
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