sábado, 4 de septiembre de 2021

Lapiedra martinezii

                                       Sª Almijara

Inconfundible. Cuando ya el verano va dando sus últimos coletazos y en los campos y sierras el marrón es el dueño de las hierbas y el matorral, entre las piedras, la hojarasca o las acículas secas de los pinos podemos verla brillar con su blanco solo maculado por una tenue línea verde y esas anteras en forma de flecha de un intenso amarillo. Si la veis, lo que no es difícil pues es abundante en algunos lugares de nuestra provincia, agachaos -es pequeña- y podréis percibir el suave y agradable aroma que desprenden sus solitarias umbelas florales.
¿Y las hojas? Solo saldrán tras las lluvias otoñales, cuando ya las flores se hayan convertido en pequeñas cápsulas llenas de negras semillas. Durante el invierno y la primavera, donde veamos un manojo de hojas verdes con una banda blanca en el centro allí estará ella, escondida, latente. Con las primeras calores esas hojas acintadas se marchitarán y secarán, guardando su bulbo las últimas reservas para dar luz a la flor de la estrella.
Esta planta, cuyo nombre científico se lo dedicó en 1816 el botánico aragonés Lagasca a Josefa Lapiedra, gaditana apasionada de la flora andaluza y descubridora de algunas especies nuevas, es un endemismo ibero-magrebí, presente solo en el este y sur de la Península y norte de Marruecos.

                                     Sª de las Nieves

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