lunes, 15 de noviembre de 2021

Castanea sativa

                                                                    Valle del Genal

Mediados de noviembre: laderas empinadas que a lo largo del otoño han ido cambiando el verde por el amarillo y los ocres para terminar dejando en el suelo un manto marrón de hojas y erizos caídos.
El castaño, un árbol del que no se sabe a ciencia cierta si existía ya en la prehistoria de forma natural en la Península o fueron los romanos los que lo trajeron desde Grecia y los Balcanes y extendieron su cultivo por las tierras de Hispania.
Este árbol, de crecimiento rápido y tronco grueso en los ejemplares añosos puede alcanzar dimensiones verdaderamente grandiosas, como el malogrado Castaño Santo de Istán, al que para rodearlo se necesitaban quince personas cogidas de las manos.
La castaña, ese fruto humilde y energético, encerrado en una coraza de púas, golosina de tarde de frío y manos calientes, sustento de años de hambre y hoy, bocado exquisito en forma de jamón.
Y su flor, la masculina, el moco, largo y amarillento, iniciado el verano y la femenina, en el mismo árbol, más discreta, escondida.

                                  Erizo con sus castañas - Valle del Genal

 
             Flores masculinas - El Juanar, Ojén

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