La oreja de burro es una planta serrana a la que le gustan las alturas, los terrenos calizos y vivir al sol entre rocas y pedregales. Adaptada tanto al frío como a la extrema insolación, solo cuando florece, a finales de primavera o principios del verano, se elevará desde el suelo y mostrará una vara colmada de flores de varios tonos que pueden ir del amarillo anaranjado al cobrizo y que se disponen en círculos formando distintos pisos a lo largo de este tallo floral.
Y esa textura mullida y esos pelillos blancos y sedosos que la protegen del frío y del sol son los mismos que la han llevado a ser usada, como ocurre con otras especies del mismo género, de mecha de lámpara o como sustituta del papel higiénico cuando las ganas aprietan en la montaña y no tienes nada mejor a mano.
¡Qué fin más oscuro para esta luminosa flor!
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