viernes, 6 de agosto de 2021

Rubus ulmifolius

                                                                                   El Juanar

De la zarzamora todos tenemos, al menos, dos recuerdos, uno malo y otro bueno. El malo, los pinchazos, enganchones, arañazos... que seguro más de una vez hemos sufrido al intentar cruzar por un camino, sendero, en el sotobosque o por un río que esta planta tan invasiva de recias espinas ganchudas ha sido capaz de obstruir en poco tiempo; el bueno, el sabor de sus frutos, las moras, que al llegar el otoño tiñen de negro el verdor perenne de este arbusto trepador.
Sus flores, de color rosa más o menos intenso, irán abriendo desde el principio del verano y durante el mismo, y en poco tiempo, se irán convirtiendo en drupas que pasarán del verde al rojo, para terminar negras cuando ya maduras sean alimento de pajarillos y otros seres que pululamos alrededor de tan dulce manjar, rico en vitaminas, hierro y otros componentes que hacen de ella un alimento muy saludable con numerosas propiedades medicinales.
Pero no solo sus frutos se pueden aprovechar; con las hojas secas se preparan infusiones y sus tallos machacados sirven como compresas para desinfectar y cicatrizar heridas, además de haberse utilizado para teñir la lana de negro.
Y si al cogerlas o comerlas te manchas, recuerda el dicho: "La mancha de una mora con otra verde se quita". De poco sirve, pero ahí queda.

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