domingo, 15 de agosto de 2021

Thypha angustifolia

                                                   Río Genal

¿Quién no se sorprende a ver por primera vez las flores femeninas de la enea, esos puros compactos y marrones en la parte alta de recios y a la vez flexibles tallos cilíndricos? Las masculinas, mucho más efímeras, se desarrollan sobre estas, pero se deshacen rápido, nada más soltar el polen, mientras que las femeninas aguantan firmes todo el verano. Hojas y flores brotan de un rizoma subterráneo en zonas encharcadas en las orillas de ríos y embalses, allí donde el agua se remansa.
Esta planta, extendida por casi todo el mundo, ha sido utilizada por sus propiedades medicinales, pero su empleo principal en nuestra tierra se ciñe a la elaboración de asientos, lo que se venía llamando "echarle el culo a la silla", para lo que se cortaban y secaban las hojas a finales de verano o en el otoño, hojas con la que después manos expertas recorrían los pueblos remendando el deterioro que el uso y el tiempo hacían.
Hoy en día, este oficio se haya prácticamente desaparecido, pero la planta sigue quedando para refugio de aves, reptiles y anfibios y, lo que no es menos importante, para regenerar zonas de aguas contaminadas, ya que entre otras virtudes, se desarrolla bien en este medio alterado, siendo capaz de absorber los metales pesados que pueda contener.

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