Torreblanca - Fuengirola
El sampedro, como siempre lo hemos llamado por aquí, es una de esas plantas asociadas a mi infancia, a juegos en la calle, junto a jardines y solares, caminos en zonas urbanizadas, lugares donde al llegar el verano y hasta bien entrado el otoño, florece al caer la noche, dejando en el aire un suave y agradable aroma y a la vista unos vivos colores que van del blanco al rosa pasando por el amarillo o por mezclas de estos colores, de dos , de tres, distintas combinaciones que hacen de su floración un espectáculo, que acaba con la salida del sol y que renueva cada día.
De niño solíamos coger las flores abiertas, le pasábamos la lengua y nos la pegábamos en la frente, sacando del extremo opuesto el ovario, que quedaba colgando del pistilo y se balanceaba como borla de un gorro militar. También recolectar sus negras semillas suponían un juego, no recuerdo para qué, pues la mayoría de las veces quedaban olvidadas en los bolsillos.
El dondiego de noche o dompedro proviene del continente americano. Utilizado como planta ornamental, se ha naturalizado en parte de nuestra provincia, especialmente en las zonas costeras con temperaturas más cálidas, aunque también en el interior donde, durante los meses más fríos, su parte aérea desaparece, quedando un bulbo o tubérculo subterráneo que con el retorno del calor a finales de primavera, volverá a brotar.
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